domingo, 18 de septiembre de 2016

VIENA FUGAZ

Nos despedimos de Budapest bajo una tenue lluvia, que al salir a la carretera se convierte en torrencial.
Nuestra siguiente etapa nos conducirá a Viena, a donde llegamos a media mañana. Va a ser esta una visita fugaz, solo este día.
Desde nuestro hotel, situado en el Prater, nos dirigimos al centro con la intención de hacer un tour panorámico con nuestro coche, pero antes procede una parada porque no puede faltar la foto con la famosa noria.


Sí, esa noria tan cinematográfica que ya apareciera en "El tercer hombre", la obra maestra del cine de espías que dirigió Carol Reed en 1949, con Orson Welles y Joseph Cotten.
Viena nos recibe con un día desapacible. No llueve pero se levanta un viento importante. Aparcamos en el centro y nuestro primer contacto con la ciudad al salir a la superficie es el espléndido teatro de la Opera. 


A partir de ahí iniciamos nuestro acostumbrado callejeo, que nos lleva, primero, a la catedral de San Esteban; después, al Teatro Imperial; y, a continuación, a algo de lo más asombroso y estúpido que hemos visto en nuestra vida: ante la fachada del impresionante edificio del Ayuntamiento a alguna mente preclara no se le ha ocurrido otra cosa que autorizar la instalación del circo Roncalli, en todo el centro. Qué destrozo. No debía haber otro sitio en todo Viena.
Si levantaran la cabeza alguno de sus hijos más notables... Como el maestro Fritz Lang o Fred Zinnemann, que dirigió "De aquí a la eternidad", con Burt Lancaster.
Para pasar el mal trago, cruzamos a un cercano café a practicar una costumbre muy vienesa: departir tranquilamente en uno de esos establecimientos tan numerosos en la capital austriaca y tan escasos ya en nuestro Madrid.


Seguimos camino pasando por el Palacio Hofburg y los aposentos de la emperatriz Sissí, el Museo Albertina y algunos más, hasta que decidimos hacer un nuevo alto para comer. 


Y el postre no podía ser otro que la famosa tarta del cercano Hotel Sacher, donde hemos de hacer cola para poder entrar.
Nos recreamos en la suerte antes de volver a coger el coche para dirigirnos al Palacio Schonbrunn, ya casi en las afueras, que era donde sus majestades imperiales se solazaban en verano. 


Y eso es lo que vamos a hacer nosotros también en nuestro hotel para culminar esta breve estancia en Viena porque la tarde ya se ha puesto bastante imposible, con lluvia incluida.

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