martes, 20 de septiembre de 2016

PRAGA, SIEMPRE PRAGA

Toca de nuevo madrugar para aprovechar lo más posible nuestro primer día en Praga, a donde llegamos a media mañana después de un complicado viaje porque nos equivocamos de carretera por coger la más directa. Se demuestra que la línea recta no siempre es el camino más corto. (Recomendación: de Viena a Brno y a Praga.) 
El tiempo ha cambiado. Si ya en Viena nos hizo mala tarde, aquí está nublado y ya de calor, nada. Amenaza lluvia.
Esta vez nuestro hotel está en el centro, a 300 metros de la Plaza de la Ciudad Vieja. Ahí es donde iniciamos nuestro habitual recorrido. Es este un lugar irrepetible. 


Pocas plazas tan bonitas como esta, con su peculiar torre del reloj (junto al cual hacemos parada y cerveza para observar la puesta en marcha del mecanismo cuando dan las dos), esa espléndida fuente, esa iglesia que incomprensiblemente tiene un edificio delante pero cuyas magníficas torres sobresalen dominadoras...


Ese otro templo donde se puede uno deleitar con magníficos conciertos vespertinos... En fin, un lugar donde uno puede quedarse horas contemplando el entorno sin cansarse. Seguro que no la veremos por última vez.
El siguiente lugar al que dirigirse no puede ser otro que el puente de Carlos también de los más atractivos que existen, cargado de esculturas y también de, quizá, demasiados tenderetes donde se venden todo tipo de chucherías.


Aquí estamos con la torre que da acceso al puente a nuestras espaldas. Mientras lo atravesamos nos vamos deteniendo a contemplar las vistas que se nos ofrecen, como la del Castillo de Praga con su impresionante catedral de San Vito, Wenceslao y Adalberto destacando en lo alto. 


Cruzamos el río Moldava y vamos a comer en uno de los restaurantes que se sitúan en la orilla. La vista desde ahí, estupenda, y encima comimos bien.


Regresamos por donde hemos venido y, dada la cantidad de oferta disponible, terminamos por comprar algún recuerdo.
Callejeando, callejeando, entre la enorme cantidad de gente que se agolpa por las calles (es domingo), vamos disfrutando del incomparable marco que nos rodea, con esa diversidad de edificios todos ellos decorados de una u otra manera, pero la mayoría bellísimos. 
Pasamos casi de refilón por la Plaza de la Ciudad Vieja para llegar hasta la Torre de la Pólvora y la Casa Municipal (Obecni Dum), un precioso edificio modernista construido en los primeros años del siglo pasado que, además, dispone de un agradable café. Parada obligada.


Nos damos por satisfechos con este primer día (no completo) en Praga y continuamos por la avenida de la República hasta nuestro hotel para un pequeño descanso.


Porque, evidentemente, no podemos acostarnos sin contemplar la Plaza de la Ciudad Vieja de noche. Simplemente, espectacular. Nos quedamos un buen rato. 
Hasta mañana.

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