miércoles, 21 de septiembre de 2016

NUESTRA PRIMAVERA DE PRAGA

Recordábamos en el prólogo la llamada Primavera de Praga que hace casi 50 años supuso una esperanza de libertad y democracia en el oscuro panorama de los países del este de Europa.
Nosotros hemos tenido estos días nuestra propia primavera en esta increíble ciudad, y no solo por la climatología que ha despedido definitivamente el calor de días anteriores.
En este nuestro último día en Praga nos dirigimos al barrio judío. Pretendemos visitar las sinagogas y el viejo cementerio, que constituyen uno de los puntos más emblemáticos de la capital checa, así como recorrer sus calles, plagadas de edificios tan bonitos como este, y también de grupos de turistas.


Nuestra primera vista es a la Sinagoga Española, construida a finales del siglo XIX, de una belleza interior extraordinaria y cuyo estado de conservación es perfecto. Su denominación parece  deberse a su arquitectura y decoración de inspiración morisca que recuerdan a la Alhambra de Granada.


La siguiente es a la llamada Sinagoga Vieja-Nueva que, a pesar de su apellido, se remonta a finales del siglo XIII, y se le nota. Para entrar aquí se obliga a los hombres a ponerse en la cabeza la kipá.


Nos dirigimos después al cementerio judío por la callejuela que conduce hacia el lugar, asimismo abarrotada de gente. Visitamos primero el edificio anexo, que alberga una exposición con pinturas y objetos que explican los ritos de enterramiento.


Y después recorremos el cementerio propiamente dicho, donde se agolpan las lápidas mortuorias de manera casi caótica, algunas de ellas desde hace más de 500 años. Se estima que hay más de 12.000 tumbas, que acogieron a más de 100.000 judíos.
Finalizada tan inexcusable visita, decidimos huir de las aglomeraciones turísticas y tomar el metro hasta las afueras, donde tenemos noticias de la existencia de un lugar llamado Vysehrad, uno de los recintos amurallados medievales más notorios de Bohemia. Hoy es un tranquilo parque presidido por una notable iglesia.
Lo peor es la pronunciada y larga bajada, compensada por una buena vista con el Castillo de Praga al fondo, pero muy al fondo.
Llegamos al restaurante recomendado para comer y nos pasa como ayer: el "U Kroka" sólo tiene para comer cerdo y ensalada. Adiós. Y al lado nos aventuramos en otro donde comimos estupendamente, hasta con un buen vino tinto de Moravia por 10€ la botella. Comimos los cuatro ¡por menos de 50€! vino incluido. Es lo que tiene salirse de los circuitos turísticos.
Volvemos al centro en el metro hasta llegar a la Plaza de Wenceslao, otro de los puntos neurálgicos de Praga, presidido por el enorme museo en restauración. Animada y concurrida zona donde hacemos un alto en uno de los típicos cafés.
No acabaremos sin recordar que aquí nació Milos Forman, que hizo aparecer Praga como si fuera Viena para rodar en 1984 "Amadeus", película sobre la vida de Mozart y Salieri que ganaría los cuatro Oscar más importantes del año: mejor película, director, guión y actor para F. Murray Abraham.
Y poco más ya. Esto se va acabando. Nuestros amigos deciden dedicar este penúltimo rato a las compras y nosotros optamos por el descanso en el hotel, preparar este blog, etc.


Evidentemente, no podíamos irnos de Praga sin despedirnos de "nuestra" plaza. Un picoteo a modo de cena sirve de despedida. Hay quien tiene algo de frío, que se combate con una buena manta por encima. Se está bien, pero es cierto que ha bajado la temperatura.
Adiós, Praga. Volveremos.

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